Cuentan que Franco había inventado una curiosa forma de gestionar los asuntos del Estado. Dicen que tenía, en su despacho del Pardo, dos montones de documentos. Uno eran asuntos por resolver y otro de asuntos ya resueltos. Al parecer, todo lo que hacía era esperar e ir pasando, cada día, alguna carpeta del primer montón al segundo.

Hace unos años, con el presidente Rajoy en la Moncloa, se puso de moda el verbo procrastinar, que según la RAE es diferir, aplazar. Y según el relato mainstream, todo lo que hacía don Mariano, era, un poco como Franco, dejar pasar el tiempo para que las cosas se fuesen resolviendo por sí solas.

En Barcelona, una de las personas que más distante se proclama políticamente de Rajoy, y no digamos de Franco, es su alcaldesa Ada Colau. Pero lo sorprendente es que parece que pese a decirse en los antípodas del PP, de su anterior presidente, y del antiguo dictador, la regidora de Barcelona parece entender la gestión política de manera muy parecida. Los extremeños se tocan que decía Muñoz Seca.

La mayor parte de su trayectoria al frente del Ayuntamiento barcelonés ha consistido en dejar pasar el tiempo y no parece haber dedicado mucho a actuar, a tomar medidas para solucionar los problemas de sus vecinos.

Por ejemplo, si nos fijamos en la vivienda social, podremos ver bien a qué me refiero. En 2015, durante la campaña electoral que finalmente permitió que se hiciese con el bastón de mando, Colau, que se hizo famosa por su activismo contra los desahucios, prometió que si era elegida iba a construir 4.000 viviendas. Hasta la fecha no ha construido ninguna. Eso sí, acaba de prometer, explicar o casi mejor contar, que viene de cuento, que está “en marcha” la construcción de 4.600 viviendas.

Pero como decía, Colau entiende la política de otra manera y parece que, como Rajoy, es muy partidaria de la procrastinación, el diferimiento, el aplazamiento. Y el propio concejal de Vivienda del Ayuntamiento, Josep Maria Montaner, ha tenido que explicar que esas viviendas no se entregarán en este mandato, ni la gran mayoría tampoco en el siguiente, si tan largo me lo fiais. Y es que parece que se han dado cuenta de que los plazos de licitación, adjudicación y construcción “son largos”. Y claro, igual hubiese sido conveniente ponerse a ello hace cuatro años y no ahora que le ven las orejas al lobo de las elecciones.

Este es solo un aspecto de la procrastinación de Colau, quizá el más destacado por ser ella quien es y venir de donde viene y, sobre todo, por el grave problema que el acceso a la vivienda plantea en Barcelona. Pero hay ejemplos por todos lados en su trayectoria al frente de la ciudad. La alcaldesa ha sido reprobada nada menos que cinco veces por el pleno del Ayuntamiento en estos cuatro años. Y lo ha sido por causas tan diversas, pero con tanto en común, como su dejadez al frente del área de seguridad, en la que no ha dotado a la Policía Municipal de “recursos humanos, materiales y de formación necesarios” o por su nula gestión económica, su incapacidad para presentar unos presupuestos, por su inacción tras el incidente de la agresión de un mantero a un turista o por su pasividad frente a la proliferación de los narcopisos. Reprobada, en resumen, por no hacer nada.

Y decía al principio que esta forma de gestión de Colau, tan progresista, izquierdista y antisistema ella, se parecía a ese invento de Franco recuperado luego por Rajoy, ya que todo consiste en esperar a que pase el tiempo y que los problemas se resuelvan solos. Y así parece a primera vista. Pero si nos fijamos y miramos las cosas más de cerca, veremos que, en realidad, lo que ocurre es que a diferencia de Franco o de Rajoy, Colau no sabe ni siquiera procrastinar.

Porque a diferencia de los dos gallegos, a los que los problemas se les iban, efectivamente, resolviendo solos, en el despacho de Colau ninguna carpeta pasa al montón de asuntos resueltos. Lo que ella tiene es otro montón, el de asuntos que se van complicando cada vez más, y ese es el que va creciendo. A la alcaldesa de Barcelona los problemas no se le van resolviendo, ni siquiera después de cuatro años esperando sin hacer nada.

Así que aquí estamos al filo de unas nuevas elecciones municipales, en las que nos toca elegir, de nuevo en toda España, a nuestros alcaldes. Y la cuestión ya no es si Ada Colau sabe o no sabe procrastinar, sino si nosotros, los ciudadanos, vamos a seguir dejando pasar el tiempo para ver si las cosas se arreglan solas o vamos a actuar y a ser resolutivos con nuestros votos. Porque si tenemos un problema, es el momento adecuado de tomar medidas para solucionarlo y dejar de procrastinar.

Diego Jalón