Mientras nuestros políticos siguen en estos días enzarzados en esa auténtica batalla del postureo en la que se convierten siempre los periodos de negociación post electorales, la vida sigue. Tiene que hacerlo, ya que, aunque en las discusiones por las “geometrías variables de la aritmética política” municipal cabe decir muchas memeces, toda esta tontería tiene fecha de caducidad el 15 de junio.

Entonces y solo entonces, sabremos de verdad qué han decidido nuestros políticos para seguir mangoneando o, a lo mejor, gestionando en serio, nuestros ayuntamientos, de los que dependen los servicios más básicos que recibimos los ciudadanos. Tal vez sería más práctico evitarnos todo este sonrojo y dar de verdad el poder al pueblo, para que en una segunda vuelta decida quién quiere que sostenga el bastón de mando.

Pero no son así las cosas en España, país de componendas, en donde la ley prevé incluso que en caso de empate a votos la cosa se decida por sorteo. Por lo tanto, mientras dura el paripé, hay que seguir viviendo y cogiendo el autobús para ir a trabajar. Y precisamente hace poco hemos sabido que el Ayuntamiento de Barcelona, todavía con Ada Colau al frente, va a renovar 254 autobuses de la empresa de Transportes Metropolitanos de Barcelona.

Tan necesitada debería estar la flota de renovación, que la alcaldesa que más reniega de los bancos ha conseguido un crédito del Banco Europeo de Inversiones, ya saben ustedes, uno de los organismos que mejor representan ese sistema plutócrata con el que Colau quiere acabar. Y con los más de 73 millones que le va a prestar esta institución, Colau en funciones va a renovar muchos autobuses, eso sí de aquí a 2021, que primero hay que fabricarlos e igual en eso no había caído doña Ada.

La iniciativa y el proyecto son sin duda dignos de elogio, y seguramente va a mejorar la vida de los barceloneses y la calidad del aire que respiran, ya que serán autobuses no contaminantes, o menos contaminantes, ya que son en su mayoría eléctricos, híbridos y de gas natural comprimido. Así que nada que reprochar y aplausos a Ada Colau.

Bueno un par de aplausos, porque antes de venirnos arriba y entrar en modo ovación a Montserrat Caballé al final del Otelo, quizá cabría recordar un par de cosas. Como por ejemplo que Colau ha estado cuatro años en el Ayuntamiento. Y que en 2017 anunció que se comenzaría a renovar la flota, en 2018 se sustituyeron 60 autobuses y ahora, con el tiempo cumplido y cuando ya ha sonado la campana va a cambiar estos 254, que parecen muchos, pero tampoco son tantos y solo representan un pequeño porcentaje de la flota de la ciudad.

Porque cuando una tiene una capacidad de gestión que tiende a cero, lo menos que puede ocurrir es que pasen estas cosas. Que, aunque tenga eso que los cursis llaman “voluntad política”, al final no sea capaz de llevar a cabo ningún proyecto en tiempo y forma. Y lo mismo le ocurre con otras “voluntades políticas” a esta alcaldesa nefasta, que prometió facilitar el acceso a la vivienda a los más desfavorecidos y les ha acabado incitando a la okupación, porque lo que es ella no ha construido ni una sola vivienda municipal.

O volviendo al transporte público, tampoco ha sido capaz, en estos cuatro años, de poner en marcha la conexión del TramBesòs con el TramBaix por la avenida diagonal. Llegó Ada al Ayuntamiento en 2015 y solo en enero de 2019 el pleno municipal se acordó por fin de aprobar esta conexión. Aunque como es habitual en el equipo que dirige Colau, no se fijó ni una fecha concreta para el inicio de las obras, ni un calendario, ni tampoco, faltaría más, un presupuesto.

Que hablar de dinero no es progresista. Lo progresista es entrevistarse a sí misma, perder las elecciones y querer gobernar y, por supuesto, hacer tarde, mal y nunca, las cosas que los barceloneses más necesitan para que su vida diaria sea un poco mejor cada día. Y eso sí, lanzar las campanas al vuelo y sin ningún rubor ponerse medallas por lo que todavía está por hacer y venderlo como un acto que en sí mismo va poco menos que a revertir el cambio climático mundial: renovar 300 autobuses en siete años. Un prodigio de flota renovAda.

Diego Jalón